Oratoria para sacerdotes

En la apertura de la XII asamblea del sínodo de los obispos sobre “La palabra de Dios en la vida y la misión de la Iglesia” (5/26-X-2008), el cardenal Gianfranco Ravasi recordó el título de un conocido ensayo, La predicación, tormento de los fieles. Para el purpurado italiano, ese título encerraba buena parte de verdad. De hecho, el deseo de contar con mejores predicadores fue uno de los objetivos de ese sínodo, de modo que – como afirmó su relator general, cardenal Marc Oellet – “experimentamos la sensación de insatisfacción de muchos fieles en relación con el ministerio de la predicación. Y esta insatisfacción explica en parte la fuga de muchos católicos hacia otros grupos religiosos”.

Varios factores ponen en crisis a la predicación cristiana en el mundo contemporáneo: la falta de suficiente preparación, la falta de actualización bíblica, la falta de entusiasmo, la incapacidad de comunicarse adecuadamente con los oyentes… Aunque el fenómeno no es nuevo. San Agustín, partiendo de su experiencia personal, escribió: “Ya ves, tampoco yo estoy conforme casi nunca con mis sermones. Tengo toda el alma puesta en aquello que estoy gozando en mi interior, antes de comenzar a exponerlo con palabras; y si no lo digo como lo siento, me entristezco al ver que mi lengua no ha estado a la altura de mi corazón. Querría que todo el que me escucha entendiera lo que yo entiendo; pero eso no sucede, y me doy cuenta de que es por culpa de mis palabras… Por tanto, a veces, nos duele comprobar que nuestro auditorio no alcanza a comprendernos, a pesar de que nosotros intentamos, por así decirlo, ponernos a su nivel abriéndonos paso a duras penas entre las sílabas …”

El predicador es una persona que, habiendo hecho suya la Palabra, vive el esfuerzo y la aventura de tener que comunicarla a los demás, y siente con san Pablo: “¡Ay de mí si no predicara el Evangelio!”. La experiencia personal nos enseña que hay cosas que llegan al corazón y escuchamos con atención aunque estemos cansados o distraídos. Alguna vez es por casualidad, pero casi siempre porque ha habido preparación del fondo y de la forma. Aunque el protagonista sea siempre el Espíritu Santo, la riqueza del mensaje cristiano pierde mucha eficacia si la parte humana de la comunicación no está a la altura.

Los cursos de Oratoria para sacerdotes que organiza la Fundación, de marcado carácter práctico, se dirigen a mejorar la predicación, parte fundamental de la misión de los pastores de la Iglesia, en todas sus formas: homilías, catequesis, lectio divina, ejercicios espirituales, etc. Su objetivo es desarrollar la oratoria y las capacidades de comunicación de los sacerdotes, para que puedan ejercer mejor su ministerio como maestros de la Palabra. Porque el arte de la comunicación ni es innato ni se aprende de un día para otro: requiere práctica, consejos personalizados, tiempo y esfuerzo.