Principios de acción

La Fundación se inspira en los siguientes principios operativos:

1. La Iglesia ha de servirse de la comunicación como un instrumento indispensable para el gobierno de las iniciativas pastorales, la motivación de las personas, la relación con todos y cada uno de los grupos sociales a los que ha de llevar el mensaje cristiano.

2. La comunicación es un ámbito profesional con sus propias leyes, sus procedimientos y sus requisitos, que la Iglesia ha de conocer, respetar y promover, de manera semejante a otras profesiones que la Iglesia también necesita para desarrollar su labor: la arquitectura, la creación artística, la administración económica, la conservación de su patrimonio histórico, la pedagogía, etc.

3. Como ámbito profesional, las personas responsables de comunicar en nombre de la Iglesia han de buscar la excelencia, estudiar, aprender las lecciones que enseña la experiencia, y establecer procesos de evaluación y de mejora continua: manifestaciones de su sentido de responsabilidad y de la mentalidad de servicio. La profesionalidad es un deber ético; comunicar mal – como construir una iglesia defectuosa, presentar un balance que no cuadra, o enseñar mal matemáticas o solfeo – constituye un mal moral.

4. Parte importante de la profesionalidad en el desempeño de los trabajos relacionados con la comunicación eclesial consiste en saber adaptar los principios fundamentales válidos para todas las instituciones, a la identidad única de la Iglesia, y hacerse un traje a la medida. Se trata de evitar los dos extremos antitéticos: no comunicar o comunicar defectuosamente por pura ignorancia; y aplicar consejos y prácticas propias de empresas y otras organizaciones (políticas, culturales, etc.) que no se corresponden a la naturaleza, fines y estructura de la Iglesia.

5. En la Fundación entendemos comunicación en su sentido más amplio, como los procedimientos efectivos de transmisión de saberes y de afectos, sin que quede circunscrito a la opinión pública que se forma a través de los medios de comunicación. Por ese motivo, se promueven también actividades que pretenden incidir en la mejora de la transmisión de la fe y de los valores humanos de raíz cristiana: seminarios sobre educación de la afectividad para padres y profesores, monografías sobre temas de actualidad, etc.

6. En nuestra opinión, la identidad de la Iglesia impone que su comunicación se atenga a las siguientes orientaciones operativas, que están en la raíz de todos los cursos y actividades que organizamos:

  • El primado de la identidad por encima de la popularidad, que hace que, para evitar un problema –por ejemplo, la crítica por parte de algunos sectores de la opinión pública– no se pueda callar una parte del mensaje: es necesario anunciar la verdad “en su plenitud”, como dice el Catecismo de la Iglesia Católica;
  • La supremacía de la caridad, que impulsa a hablar siempre positivamente, a rechazar los errores respetando siempre a las personas, a no juzgar nunca las intenciones y a evitar denigrar a cualquiera;
  • La búsqueda de la comunión, utilizando la información como instrumento para mantener y aumentar la unidad en la Iglesia y de la Iglesia con el mundo, que impulsa a resaltar lo que tenemos en común en lugar de evidenciar lo que nos divide;
  • La promoción de la evangelización, en el sentido de que la información de la Iglesia, aunque no es catequesis, debe preparar el anuncio evangélico, quitando los obstáculos a la fe debidos precisamente a los prejuicios y a la carencia de una información adecuada;
  • El amor a la libertad y a la responsabilidad de los cristianos, basado en el hecho de que sin el libre arbitrio no se puede ni amar a Dios ni adherir a la Iglesia, y que orienta la actividad comunicativa eclesial en la dirección de favorecer (y no sólo “tolerar”) la variedad y la multiplicidad de opiniones y decisiones operativas en el vasto campo de las opciones dejadas a la libre decisión de los hombres;
  • Y por último – pero no menos importante – , el amor a la Iglesia que debe distinguir a los comunicadores eclesiales, ya que la Iglesia sólo puede ser comunicada eficazmente desde el compromiso personal y la plena coherencia vital con el Evangelio.

7. La Fundación se encarga de buscar la financiación necesaria para impartir los cursos y organizar las actividades, pero exige siempre a los participantes una pequeña contribución económica, que supone un estímulo a la seriedad y al compromiso personal para mejorar la propia preparación profesional.